locutor de radio

Aquella mañana el locutor recibió en su contestadora automática, a las 00:01 de la madrugada, una llamada telefónica con un mensaje pidiendo felicitar a su madre que ése día cumplía 69 años, el locutor, debido al número de complacencias pensaba ignorar ese mensaje, pero por alguna razón, quizás por su buen corazón y el sentimiento que ésa voz expresaba, decidió hacer la llamada.

  • Señora buenos días, la razón de la llamada es para felicitarla por su cumpleaños de parte de su hijo Fernando quien le dedica esta reflexión.

Mientras la señora guardaba un extraño silencio, el locutor narraba la reflexión en el micrófono a la madre; al terminar, la señora exclamó:

  • ¡No puede ser, no puede ser!, ¿quién dijo que le dejó el mensaje?.
  • Su hijo Fernando señora – respondió el locutor.
  • ¡¿Fernando?!, disculpe señor pero es imposible, Fernando era mi único hijo, era mi vida y mi todo, pero hace 5 años murió en un accidente de auto junto a su esposa, el único que sobrevivió y por el que ahora vivo, es mi nieto Fernandito, que ahora tiene 6 años.
  • Señora, – dijo el locutor – siento mucho lo que pasó, si quiere le pongo la grabación de la llamada.
  • Sí, ¡póngala por favor!

Buenos dias señor locutor, por favor, felicite a mi madre en éste su cumpleaños.
¡¡Felicidades mamá en tu cumpleaños!!, sé que te sorprenderá escucharme, no sabes lo difícil y el desgaste de energía para hacerlo, pero no quise dejar pasar la oportunidad de decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que te amo, lo orgulloso de ser tu hijo, de que hayas sacrificado tu vida para sacarme adelante, de hacerme una persona de bien, pero sobre todo, hacerte cargo de mi hijo, gracias mamá, fuiste la persona más importante en mi vida.
Bueno mamá, la energía se me acaba, ya tengo que trascender, te estaré esperando hasta el día en que El Ser Supremo decida reunirnos!
“.

Después de un silencio sepulcral, el llanto llegó a la humilde madre; el locutor, tambien con lágrimas en sus ojos, no daba crédito a lo que sucedía.

  • Gracias hijo mio por tu esfuerzo, y tu bondad, -dijo la señora- ¡te amaré por siempre!.

El locutor con voz quebrada, despidió el programa, sabia que lo que acababa de pasar, era un milagro que difícilmente volvería a repetirse.