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Cuando envejecen nuestros padres, se abre un capítulo con matices profundos y significativos. En este trayecto de la vida, tenemos el deber de honrar su amor incondicional permitiéndoles envejecer con la misma ternura con la que nos vieron crecer.

Debemos aprender a escuchar sus historias, aun cuando las hayamos escuchado, con la misma paciencia con la que absorbíamos sus cuentos de infancia. Es el momento de devolverles el regalo de la atención y el interés, tal como ellos lo hicieron por nosotros en nuestros primeros pasos en este mundo.

Dejemos que tengan la razón, en ocasiones, como señal de gratitud por las veces que nos dejaron ganar en juegos y discusiones. Permitámosles disfrutar de sus amigos, al igual que nosotros disfrutábamos de la compañía de los nuestros. Dejemos que las risas con sus nietos llenen sus días, del mismo modo que sus sonrisas llenaron los nuestros.

Respetemos su conexión con los objetos que han sido sus fieles compañeros a lo largo de los años, pues estos objetos son pedazos de su historia, y quitarlos es como arrancarles una parte de su vida. Aprendamos a aceptar sus errores, como ellos aceptaron los nuestros.

La última etapa de sus vidas merece ser un recorrido de felicidad. Debemos esforzarnos por devolverles el apoyo, la paciencia y el amor que nos brindaron cuando comenzábamos nuestro propio camino. Cuando el tiempo los lleve a otro lugar, encontrarás consuelo en saber que les ofreciste un acompañamiento lleno de amor y comprensión.

Honremos a nuestros padres con el regalo de la paciencia y el respeto, brindándoles el amor y el cuidado que merecen en su camino hacia el último horizonte de la vida.

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Fuente: https://www.facebook.com/psiconatyvivanco